En la incalculable inmensidad, de esta masa de agua salada,
que se denomina: MAR; se encuentra,
como un árbol erguido y hermoso; este velero sin par,
que lleva en su interior, mis pensamientos someros;
mis deseos y mis miedos, y también, mi resquemor.
El viento, dilata y crispa las lonas;
haciendo que se extiendan, y que impulsen estas maderas,
hacia indefinidos destinos; sin rumbo determinado;
solo condicionado, a la visión imprecisa,
de este lejano, y falso horizonte.
El viento viene y se va; algo se queda en la lona;
otro, raudo se marcha, buscando otro punto, igual,
en esta gran inmensidad, para abrazar; acariciar y empujar,
como generosa bondad, a otras maderas unidas,
en esta repetitiva, ansiedad derivada, de miedo; tristeza; amor y felicidad.
Viento que impaciente va, me deja siempre asombrado;
pues con su intensidad; despierta sensaciones reprimidas;
que me hace sentir, como un espejismo real,
de un desierto de aguas profundas y de encrespadas ondulaciones;
tal como es, mi presencia material.
El influjo del mar en su silencio, gana y pierde en la inmensidad;
como un madero flotando, en el mar de tu desamor presente;
en las lonas siempre húmedas; también hinchadas de vientos;
como es mi AMOR POR TI, intenso; profundo y mojado; como este impaciente, MAR, que llevo aquí dentro, muy adentro; de este velero triste, que navegando hacia el horizonte, te busca, en todo momento.
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